miércoles, 2 de junio de 2010

descanso

En algún tramo de mí éxodo —nuestro, no te olvides de mí— me quedo, por ahora, sin pensamientos. Cuidadosamente busco un lugar donde puedo abigarrar los pensamientos. Mudez en la brisa cósmica elegante. Me recuesto en el lecho de una estrella y me quito los zapatos con poca suela. Aprieto los pies y quejumbrosamente truenan los dedos. Sin pensarlo —lo piensas, te das cuenta— rasco la superficie del astro y dejo caer brillantina sobre las mejillas del sidéreo.

Te visualizo en el cuerpo del silencio. Un breve chasqueo de mis ojos,y una pizca de lágrimas van encima de mí, extendiéndose e imitando un espejo. Me doy cuenta que dentro del espejuelo hay un ayer. Pronto, observo que estoy asediado de más cristales del sollozo, y en cada uno hay un ayer distinto. Mis cabellos quieren correr y mis ojos vociferan gritos, Un espejo se desmorona, seguido de otro, y de otro y otro... hasta llegar al último otro. Los vidrios son legíbles —yo no veo nada—. Me seco los húmedos pómulos con el dorso de mi mano y con la otra tomo uno de los vidrios. lo pongo en la piel estelar. Tomo otro pedazo de vidrio, y otro, y otro... hasta llegar al último otro. Como rompecabezas, trato de embonar los fragmentos. Es imposible, —pierdes el tiempo, el ayer perfecto no existe— taciturnamente desisto. Echo un soplido a las boronas de vidrio haciéndolas volar y perderse en el mar sideral.

Me pongo los zapatos con poca suela, me pongo en pie. Suspiro cerrando los ojos. Balbuceo algo —¿Otra vez su nombre?—. Diviso el camino y sigo con la marcha. Soy un caminante que pretende llegar a... Sólo, soy un vagabundo que divaga... —¿Un Divagabundo?—.

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