jueves, 20 de enero de 2011

Sobre las durmientes.

Des-pier-ta... des-pier-ta... des-pier-ta...

Escucho una voz al final del letargo, pero, no es la voz de siempre. Aunque ella quiera huir de mí o yo de ella, es la que siempre existirá en la maraña mental. Pareciera que la vocecilla que me acompaña se ha quedado dormida. Debajo de un árbol, o sobre un meteoro, duerme tranquilamente para volver con más inquietud que antes.

Des-pier-ta... des-pier-ta... des-pier-ta...

Los ojos comienzan a moverse repetidamente debajo de los párpados. Dulces, húmedas y bruscas borrascas alborotan mi cabello sobre el sólido y frío hierro.

Des-pier-ta... des-pier-ta... des-pier...

Abro los ojos. Cara al cielo. Veo un desfile desorganizado de nubes grises que se mantienen firmes para no ser desmenuzadas por los vientos. Ellas derraman su dócil lamento sobre el mundo y también sobre mi rostro.
Débil, giro mi cabeza y veo ahora un desfile de arbustos mojados que pasan rápidamente ante mis ojos... veo uno, desaparece de mi vista, y deja de existir.

El sonido incesante de las ruedas de hierro sobre las durmientes.

Levanto mi pecho y aferrándome me siento. lucho con fuerza para no ser derribado por el aire contra el que vamos.
Veo hacia adelante y hay una gran serie de vagones. Veo hacia atrás y otra gran serie de vagones. Si no fuera por el aire, que hace mi pelo bailar horizontalmente, como una bandera izada, no sabría a qué dirección vamos, pues, por momentos, todo pareciera una misma fotografía... atrás, adelante.

Pasamos un letrero con algunos símbolos que no puedo interpretar... de igual manera, no tuve tiempo para verlos detenidamente... no sé a dónde va el convoy.

El sonido incesante de las ruedas de hierro sobre las durmientes.

Extiendo mis brazos y cierro los ojos, dejando que el aire se funda en mi cuerpo. Aire, silencioso ruido estrepitoso que entra en mi respirar y me envenena con suave naturaleza.

La velocidad disminuye y la agitación del tiempo queda atrás. Las ruedas de hierro comienzan a vociferar... pareciera que quieren despertar a las durmientes. Pronto, todo se detiene. Ninguna estación a la vista, solamente, un arbusto de menor o igual tamaño a los demás... triste y mojado, que existirá por más tiempo que los demás.
Bajo del furgón y toco la tierra que parece niebla.

Un fuerte silbido indica la partida del tren. Las ruedas crean un horrible sonido al luchar por moverse y pronto dejan de gritar... lentamente, parte el tren, silbando y silbando, y temblando y temblando, sacudiendo la tierra de neblina. Veo uno a uno, hasta ver el vagón de cola, el último de ellos.

El sonido incesante de las ruedas de hierro sobre las durmientes se aleja poco a poco.

No despego la mirada del interminable tren. Solo, con el arbusto, con la borrasca, el cielo gris, y el aire mojado...
El tren, a lo lejos, despega sus ruedas del suelo... es, una oruga que brinca, que se convierte en una mariposa de hierro. Vuela por las vías del cielo.

Suspiro. Veo el arbusto, y me siento a su lado.

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